Bienvenido de nuevo. Si en el post anterior te contaba las técnicas fundamentales para tratar a los demás (si no lo has leído puedes hacerlo aquí, ¿a qué esperas?) del famoso Best Seller de Dale Carnegie, hoy vamos con la primera de sus reglas:
Regla No.1: No condene, no critique, ni se queje
Pero antes de entrar en materia, y como no podía ser de otra manera, tengo una historia que contarte.
No sé si recuerdas a Luis Rubiales. Casi seguro que sí, pero venga, por si acaso te lo refresco. Se trata del ex presidente de la Real Federación Española de “Furgol” (a.k.a. RFEF). Sí, el del escándalo por celebrar el título mundial femenino con un “piquito” a una jugadora en plena recogida de medallas.
Y eso después de su celebración en el palco, agarrándose los genitales en presencia de autoridades mundiales. Y claro, cómo olvidar su “intachable” gestión por la que terminó con acusaciones de corrupción en los negocios, administración desleal, blanqueo de capitales y pertenencia a organización criminal.
En fin, te haces una idea. Todo muy profesional, claro.
Vamos, que a lo mejor lo del beso fue solo la excusa para la ejecución pública. Porque aprovecharte del carguito y trincar pasta en estos tiempos ya no escandaliza, y más si tienes la habilidad para quedarte dinero de ese que no es de nadie (ya tu sabes…)
Pero lo jugoso para nuestro análisis no es el numerito del beso. Eso es solo la anécdota. La lección está en su reacción. Porque, una vez la maquinaria mediática puso a la sociedad en su contra y los aparatos del estado español se pusieron a funcionar para liquidarle, ¿qué hizo Rubiales?
Pues disculparse y asumir responsabilidades… ah no, espera. Al contrario, se puso a la defensiva como si fuera el protagonista incomprendido de un drama épico. Buscando excusas y culpando a otros, y nunca, nunca, a sí mismo.
Vamos que Luis optó por defender su gestión, justificar sus acciones y aferrarse al orgullo (y al cargo, que da más pasta).
Curioso, ¿no? Igual te suena esa actitud y hasta alguna vez has conocido a alguien que, en lugar de admitir que se ha equivocado, se enroca como si su vida dependiera de ello. Seguro que sí.
Pero ojo, no te engañes amigo. Tú también lo has hecho. Tú, yo y hasta el vecino del cuarto en algún momento hemos actuado como Rubiales. Este hombre simplemente actuó como lo haría casi cualquier otra persona que se sientiese acorralada. Venga va, sé que tú no, que tú eres noble y buena gente. Pero muchos otros sí.
Tampoco te fustigues demasiado por ello. Es normal. Prácticamente nadie, ni tú ni nadie, ve nada malo en lo que hace. Ni siquiera el peor de los criminales.
Mira, decía Pablo Escobar que “yo siempre he buscado y he anhelado la paz”. ¡Claro que sí, campeón! Y según él, no hacía las cosas ni bien ni mal… simplemente las hacía a su manera. Lo cual justificaba porque: “Con los políticos que tenemos en Colombia, ser bandido es un honor” ¡Filósofo y pensador que era el narco! Pero oye, igual no le faltaba algo de razón y tampoco hace falta irse a Colombia a buscar el ejemplo, pero…
Aquí entra Dale Carnegie en escena para decirte lo que ya sabías pero que no querías escuchar: criticar a los demás nunca sirve para provocar cambios duraderos. Es difícil convencer a alguien cuando se siente atacado, ya que lo que sí genera la crítica, es resentimiento.
De hecho, cuando criticas a alguien, lo más probable es que esa persona se ponga a la defensiva, se justifique y, al final… se enfade contigo y pase al ataque. O al contra-ataque mejor dicho. Y ya estás metido en una discusión sin fin donde ni uno cede ni el otro aprende nada. ¿Te suena?
Volviendo a las frases célebres de nuestro “filósofo” de hoy, Pablo Escobar dijo “Yo conozco muy bien mi propia historia, por lo tanto soy el único que puedo juzgarme y criticarme cuando yo quiera”.
No te engañes, no voy a decir que haya un Pablo Escobar en ti, pero todos somos Rubiales alguna vez. A ver, sé que estás pensando que tú jamás harías algo así, pero esta actitud forma parte de nuestro día a día. Aunque sea a otra escala.
Porque seamos honestos. ¿Cuántas veces has criticado a alguien con la esperanza de que cambie y, en lugar de eso, has terminado con una discusión más grande que antes? El problema no es que la otra persona no te entienda. El problema es que quizás pinchar el globo no es la mejor forma para llenarlo de aire. Ni para que se quede en su sitio.
Además, piénsalo bien. Es muy muy fácil criticar. No hace falta ser muy listo para eso. De hecho la mayoría de los tontos lo hacen. Lo jodido, porque requiere seria reflexión, es lo contrario.
Lo jodido es tener el carácter y el dominio de uno mismo para detenerte a pensar antes de soltar la bomba. Comprender por qué esa persona actuó así y tirar de empatía en lugar de emitir juicios sumarísimos.
Porque, como dice Carnegie, hay que entender que no podemos tratar con los demás como si sus razonamientos fueran lógicos. No, no estamos tratando con criaturas lógicas.
Estamos lidiando con seres emocionales, dominados por el orgullo y la vanidad. Si lo que realmente quieres es influir en los demás, tienes que entender primero qué los mueve, en lugar de atacarlos.
Y entonces ¿qué hago? ¿Cómo actúo? Pensarás. Pues empieza por ti mismo. Principio estoico básico, actúa sobre lo que puedes controlar. ¿Tienes ganas de cambiar a alguien? ¡Genial! Pero empieza por ti. Sí, has leído bien.
No olvidar que, igual, pero solo igual, es posible que tú, en sus mismas circunstancias, actúes de la misma manera.
La próxima vez que quieras criticar, pregúntate: ¿Estoy mejorando la situación con esta crítica o simplemente echando más leña al fuego? Si la respuesta es la segunda, respira hondo, cuenta hasta diez y encuentra otra manera de abordar el problema.
Porque la crítica, amigo, solo genera resistencia, pero la comprensión y la empatía seguro que abren muchas puertas. Así que la próxima vez que te veas en medio de una celebración a lo Rubiales, recuerda: el verdadero poder no está en criticar el "piquito". Recuerda que lo más sabio es parar, pensar y actuar con cabeza fría.
Y si al final quieres cambiar algo, ya sabes por dónde empezar: por ti mismo.
Excelente artículo! Me ha hecho pensar en no querer ser como Rubiales.
Enhorabuena!!
Buenos días, completamente de acuerdo, pero muy difícil de lograr, pues tenemos mucho ego, y lo veo al pensar en mi mismo.
Gracias por hacerme reflexionar.