¡Hola! Por si no lo sabes y andas un poco desubicado (normal, estamos empezando), te decía en el post inicial que esta es la primera de una serie de newsletters sobre las perlas de sabiduría del clásico “Como ganar amigos e influir sobre las personas”.
Pero antes de entrar en materia y empezar a hablar de las “Técnicas fundamentales para tratar a los demás” de la primera parte del libro, déjame que te suelte una de esas batallitas de cuarentón de la Generación X (también válida para Millenials, no te escondas).
Mira, corría el año 2014, y una de las empresas tecnológicas más importantes del mundo llevaba años de capa caida. Tanto que algunos incluso se atrevieron a llamarlo “la década perdida”.
Nada menos. Una compañía puntera convertida en un monstruo burocrático, con tantos problemas internos que ya no había hoja de Excel capaz de ocultar el descontrol, por más macros que tuviese.
Y cuando hablo de problemas, no me refiero solo a esos numeritos que hacen feliz a Wall Street (y a ti bribón, que seguro que tienes unas cuantas MSFT 0.00%↑ en cartera 😐).
Hablo de algo más profundo: una cultura que se había incrustado en la empresa como un virus, y que convertía el día a día en una molestia constante. Como si fuese tu bandeja de entrada reventada de correos que ni te van ni te vienen, cortesía del maldito botón de "responder a todos" al que el personal parece haberle cogido un cariño inexplicable.
Pues ese fue el escenario que Satya Nadella se encontró al asumir su nuevo rol como CEO de Microsoft. Sí, el mismo omnipresente Microsoft que hoy lidera la carrera por la innovación.
¿Y qué hizo al respecto? Pues no fue precisamente montar un laboratorio secreto de última generación para diseñar el próximo robot humanoide. Que igual podría haberlo hecho. Pero no.
El tipo, que era de la casa y la conocía bien, entendió que la raíz del problema no era tanto la falta de talento en sí (o al menos no solo eso), sino cómo la empresa trataba a su gente y, lo que es peor, cómo los “compañeros” se trataban entre sí.
Así que dice la leyenda que Nadella empezó con algo tan simple… como escuchar. Sí, como lo oyes. Se puso a charlar con empleados de todos los niveles, tratando de entender qué les preocupaba, qué ideas tenían y a qué demonios aspiraban en la vida. O algo así.
Sabía que para reactivar la innovación y el crecimiento, había que abrir una “nueva ventana” (oh my god!, qué malo esto 😅) y empezar a valorar cosas tan básicas como la empatía y la colaboración.
¿La primera jugada para liberar el talento? Quitarle peso al miedo al fracaso, si no considerarlo parte como parte del proceso de aprendizaje. Y de paso, desactivar esa rivalidad interna que los estaba frenando.
Nada de enviar a los ingenieros al MIT para que volvieran convertidos en gurús de la ciencia espacial. Ni por asomo.
Nadella promovió algo que, a estas alturas, debería ser de primero de primaria: "equipo, equipo y más equipo". Porque, según él, el éxito de Microsoft no dependía de que unos equipos compitieran entre sí, sino de que todos aprendieran, crecieran y, ojo al dato, colaboraran.
Y además predicó con el ejemplo. Cuentan que empezó a demostrar un aprecio genuino y sincero por los logros de los empleados, ya fueran grandes o pequeños. Estaba convencido de que un "gracias" bien dado podía ser el reseteo que encendiera la motivación de sus equipos.
Y así llegó a su jugada maestra: despertar en sus empleados un deseo vehemente por hacer algo significativo. Porque, seamos honestos, a todos nos gusta sentirnos importantes, hagamos lo que hagamos y donde lo hagamos. En casa, o en el trabajo.
Nadella no impuso su visión desde arriba, como suelen hacer algunos jefecillos del tres al cuarto con complejo de dioses. No, desafió a sus equipos a pensar en grande y a encontrar maneras de mejorar la vida de millones de personas en todo el mundo a través de la tecnología.
Este cambio en la narrativa, de simplemente "ser el mejor" a hacer cosas por los demás, a "hacer lo mejor para el mundo", encendió una nueva pasión dentro de la compañía.
Nadella demostró que, al tratar a las personas con empatía, aprecio y una visión inspiradora, puedes no solo cambiar el rumbo de una compañía, sino también revitalizar su espíritu y propósito.
Y funcionó. Vaya si funcionó. Bajo su liderazgo, Microsoft no solo recuperó su lugar como uno de los gigantes tecnológicos más innovadores del planeta, sino que también se convirtió en un ejemplo de cómo una empresa puede reinventarse desde dentro.
Resumiendo, que en la vuelta a le élite de Microsoft parece haber sido clave eso de saber cómo tratar a los demás. Es decir, que parte de lo que hizo Nadella no fue magia ni tecnología de otro mundo.
Lo que hizo fue aplicar principios humanos básicos que, curiosamente, Dale Carnegie ya había captado hace décadas. Y aquí es donde volvemos las “Técnicas fundamentales para tratar a los demás” de las que os hablaba en el post anterior.
Esas mismas reglas que, si bien parecen de sentido común, se olvidan con una facilidad alarmante. Y que seguro que identificas como parte de la historia anterior. Vamos a repasarlas brevemente:
Regla 1.- Carnegie la llamó “No critique, no condene, ni se queje”. Demasiado judicial eso de las condenas. Y ahora que estamos en la era de la "desjudicialización" (bueno, según para quién), yo prefiero simplificar: Si quieres tener “al de enfrente” de tu lado, NO lo CRITIQUES.
Regla 2.- “Demuestre aprecio honrado y sincero”, decía el autor. Así dicho roza el peloteo. Prefiero entenderlo de forma más práctica: Haz siempre que el otro se sienta IMPORTANTE.
Regla 3.- “Despierte en los demás un deseo vehemente”. O, en otras palabras, usa el poder de la EMPATÍA y trata de entender cómo piensa el otro. Así de simple.
En próximos posts, volveremos sobre ellas y veremos cómo hacer todo esto… suscríbete y nos vemos en unos días.