¡Hola, tú 😊!
Sí, tú, el “simpático”. O la “simpática”. Hoy vamos a hablar de ti. Bueno, no exactamente… pero sí de cómo podrías haber sido tú en otro contexto.
Piénsalo: ¿qué pasaría si, por un giro del destino, fueras el opuesto de quien eres hoy? Te invito a una reflexión.
No sé si alguna vez te has parado a pensar que tus ideas, tus deseos o incluso tus convicciones más profundas podrían ser completamente diferentes si hubieras nacido en otro lugar, con otra familia… o simplemente en otra época (ahora que tanto nos gusta juzgar el pasado con nuestra moralidad actual).
Por ejemplo, supongamos que eres Pablo Iglesias. Sí, el “coletas” de Podemos.
Pero, en vez de haber nacido en una familia progresista madrileña en 1978, creciste en los 60 en Orense y en la adolescencia fuiste enviado a un internado religioso.
Probablemente, en lugar de liderar movimientos de la izquierda a la izquierda de la izquierda, estarías en la dirección de un partido conservador que defiende valores tradicionales.
¿Contradictorio? Espera que hay más. Cambiemos de “canal”.
Supongamos ahora que eres Santiago Abascal, el barbas fuertote de Vox.
Pero, en vez de haber crecido en un entorno bajo la amenaza terrorista de ETA, lo hiciste en el madrileño barrio de Tetuán y eres hijo de funcionarios de izquierdas.
Es probable que, en lugar de reavivar el ala más dura de la derecha, estuvieras liderando un partido de tradición progresista.
Porque parece claro que hablamos de cuatro personas con una cierta condición natural para ser líderes (quizás es mucho suponer, pero vamos a concederles el beneficio de la duda), a los que su entorno ha moldeado de forma diferente.
¿Ves por dónde va esto? Tú eres tú. Sí, lo sé. Y en buena parte por tu condición natural… ¡pero en otra buena parte por tus circunstancias! Y eso aplica a absolutamente todos.
Venga, ya paro, que sé que te lo estoy haciendo difícil. Haberte puesto en el papel de Iglesias y Abascal al mismo tiempo, ¡ufff! Seguro que estás a punto de levitar de izquierda a derecha cual gurú ideológico en pleno trance. 😆
La lección de Carnegie
Vamos a lo que nos interesa. Dale Carnegie resalta que las circunstancias moldean a las personas y que nuestro juicio sobre ellas debería partir del entendimiento de sus experiencias y contextos.
Es decir, el punto de partida para el autor es: "Yo no lo puedo culpar por sentirse como se siente. Si yo estuviera en su lugar, no hay duda de que me sentiría de la misma manera."
Empatía en acción (de nuevo)
Es decir, si hubiéramos vivido las mismas experiencias que los demás, probablemente pensaríamos y sentiríamos igual que ellos. Y esta forma de entender las cosas puede romper barreras de comunicación, especialmente en contextos polarizados.
Por eso es bueno tener en cuenta que una amplia mayoría de las personas con quienes te encontrarás mañana tienen “sed de simpatía”. Dales tu simpatía y tendrás su respeto.
Por qué funciona
Insisto en la idea: "Dar simpatía para ganarse el cariño". Porque tiene raíces en una verdad universal de la que ya hemos hablado por aquí: todos anhelamos comprensión.
En el fondo, las personas no quieren que les des la razón; quieren saber que las entiendes. Si logras esto, te ganas su respeto y consigues, en cierto modo, conectar con ellas.
Un reto para ti
Entonces, ¿qué tiene que ver esto contigo? Bueno, todo. Porque la próxima vez que discutas con alguien, antes de ponerles etiquetas, detente y métete por un momento en sus pantalones. ¿Qué harías? ¿Cómo actuarías tú en su lugar?
A lo mejor habrías terminado pensando igual. Mostrar simpatía, como dice Carnegie, no se trata de fingir que estás de acuerdo, sino de demostrar que entiendes su perspectiva.
La fórmula maravillosa
La regla fundamental de este capítulo es un recordatorio poderoso de que empatizar no significa necesariamente estar de acuerdo, sino entender profundamente de dónde viene el otro.
Así que aquí tienes una nueva lección de “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” para conseguir que los demás piensen como tú:
Regla 9: Muestre simpatía por las ideas y deseos de la otra persona
Porque, una vez más, cuesta poco, pero puede cambiarlo todo.
Y recuerda "La única razón de que no seas una víbora de cascabel, es que tus padres no eran víboras de cascabel."
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
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