Post de la serie dedicada a El hombre + rico de Babilonia de GS. Clason
¡Hola, queridos lectores 👋😊!
Hoy vamos a hablar de algo que duele más que marcarse un gol en propia puerta en el minuto 90 en un derbi a cara de perro: el presupuesto.
Porque, al grano: da igual cuánto ganes, si no controlas tus gastos, acabarás sin un duro.
Déjame hablarte de Darío Silva, un crack del fútbol uruguayo que jugó en la élite. Se enfundó la celeste de Uruguay y, en España, fue estrella del Málaga y del Sevilla.
Darío era un jugador diferente, uno de esos que no deja indiferente. Delantero peleón, pero con calidad y remate. Tremendamente incómodo para los rivales, de esos que meten miedo a las defensas.
Idolatrado por los suyos, siempre con esa garra que te dejaba pegado al asiento, y odiado por los contrarios. Un crack total, de los que siempre quieres tener en tu equipo. De esos que estaban bien pagados porque marcaba la diferencia.
Y, ojo, no solo sabía meter goles. Sabía hacerlo con estilo. Fama, dinero… parecía que la vida no podía irle mejor. Y durante un tiempo, fue así.
Con los millones que ganaba, Darío vivía como si el mañana no existiera: mansiones, fiestas, alcohol, negocios a medias que no llevaban a ninguna parte… y coches. Muchos coches. Vamos, la típica historia de "esto no se va a acabar nunca".
Hasta que se acabó. En 2006, con solo 33 años, Darío Silva sufrió un brutal accidente de coche que le costó la pierna derecha. Su carrera como futbolista terminó al instante.
De héroe en el campo, pasó a ser un tipo que tenía que aprender a vivir con una prótesis. Pero, oye, Darío, que parece un crack para todo, no solo para el fútbol, no se hundió. Le echó a la vida el mismo coraje que tenía en el área.
Eso sí, se dice, se cuenta, se rumorea, que durante su carrera pudo haber ganado bastante más de 5 millones de euros. No estará desencaminado.
En cualquier caso, había ganado lo suficiente para casi cualquier humano de estos tiempos. Así que cualquiera pensaría que podría permitirse un retiro tranquilo, ¿verdad?
Pues no. El dinero se esfumó a la misma velocidad de un contraataque bien armado. Sus inversiones fallidas y su tren de vida descontrolado lo dejaron en la ruina. El crack que levantaba pasiones en los estadios terminó vendiendo pizzas para sobrevivir.
No porque quisiera "mantenerse humilde", sino porque no le quedaba otra. Su error fue el de tantos otros: gastar sin freno pensando que el dinero nunca se acabaría.
¿Por qué pasa esto?
Porque pasa con relativa frecuencia, no es el único. Hay muchos como Darío Silva: estrellas que ganaron millones y luego acabaron en bancarrota (ver bonus track al final) porque sus gastos crecían al mismo ritmo que sus ingresos.
Es la misma trampa en la que todos podemos caer, sin importar si cobras 1.200 o 12.000 euros al mes.
Y esto nos lleva al segundo de los 7 trucos de oro que Arkad, el hombre más rico de Babilonia, enseñó a sus paisanos:
2.- Controla tus gastos.
¡Joder, qué cabronada lo de controlar gastos! Yo sé que trabajas para eso, para pagar todo lo que necesitas. Pero nos recuerda Arkad que con demasiada frecuencia confundimos necesidad con deseo.
Hoy te compras un coche porque "te lo mereces" (que diga porque lo necesitas). Mañana te apuntas a ese gimnasio exclusivo que cuesta lo mismo que el alquiler de un piso. Al mes siguiente descubres que no puedes vivir sin esa suscripción premium que ni usas.
Así, sin darte cuenta, tus gastos devoran tu sueldo… hasta dejarte seco. Pero no te preocupes, todo veneno tiene su antídoto y este no iba a ser menos: el presupuesto. Y funciona.
Funciona porque te obliga a ser brutalmente honesto contigo mismo. Te hace ver en qué estás gastando de más y te devuelve el control.
No es una "dieta financiera" para castigarte, sino una herramienta para evitar acabar “sirviendo pizzas” (mis respetos para un oficio tan honorable como cualquier otro, entiéndase por la historieta inicial).
Y así podrás cumplir uno de los principios básicos de Arkad:
"Si quieres prosperar, controla tus gastos y asegúrate de ahorrar al menos el 10% de lo que ganas."
Lo sé, lo del presupuesto puede sonar como una tortura. Pero tiene una gran ventaja: en esto no hay jefes ni jefas (bueno… cada uno en su casa, ejem, ejem 🤣). Lo haces tú y aquí tú marcas el límite.
No te voy a dar la chapa explicando cómo hacer un presupuesto. Mi único consejo: no te engañes. Haz una lista honesta de tus gastos y, después, discrimina sin piedad entre lo esencial y lo prescindible.
Lo siento, mis admirados propietarios de gimnasios. No es nada personal. Sin acritud. 😜
Al final, tú decides si quieres ser el protagonista de tu propio documental financiero o el próximo Darío Silva.
La clave está en controlar tus gastos antes de que ellos te controlen a ti. Porque créeme: da igual si ganas 1.000 o 10.000 euros al mes. Si no tienes un plan, tu dinero se esfumará más rápido que un gol anulado por el VAR.
¡Nos vemos en el próximo post! 😉
PD1: Bonus Track. Los Otros: Arruinados.
PD2: si te está gustando el libro puedes adquirirlo aquí: