¡Hola y bienvenido una vez más! 😊
Seguimos en la tercera parte de “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” , en la sección titulada Logre que los demás piensen como usted. Hoy traemos una recomendación para iniciar cualquier conversación o situación con buen pie:
Regla 4: Empiece de forma amigable.
Porque, como todos sabemos, lo que bien empieza… puede acabar de muchas maneras. ¡Pero todo es más fácil cuando se arranca con buen pie! Siempre. Y el revés es una faena: cuando algo empieza torcido, suele ser difícil enderezarlo.
Antes de profundizar, déjame contarte a mi manera una fábula de Esopo.
Imagínate dos amigos: uno, un chulito insoportable que se cree el mejor, al que llamaremos “el viento”; el otro, un tipo caluroso y siempre amigable, “el sol”. Allí estaban, un buen día, los dos de charla, como viejos conocidos, cuando el viento lanzó su vacile diario que tanto aborrecía el sol.
Esta vez, sin embargo, el sol, hasta las mismísimas del viento, decidió que ya era hora de darle una lección, de ponerle en su sitio. Así que recogió el guante y aceptó el reto.
El desafío consistía en ver quién lograba que un anciano que pasaba por ahí se quitara la capa.
El viento, seguro de su fuerza, fue primero. Empezó a soplar con toda su intensidad, decidido a arrancarle la capa a ese pobre hombre. Pero cuanto más soplaba, más fuerte se aferraba el anciano a su capa, su única protección ante aquel vendaval.
Tras un rato de esfuerzo inútil, el viento, agotado y molesto, cedió el turno.
Entonces el sol, con una sonrisa tranquila, empezó a brillar suavemente. Sin alardes, solo calentando poco a poco el ambiente. Al rato, el anciano comenzó a notar el calor y, de a poco, se desabrochó la capa… hasta que finalmente se la quitó por completo.
Había ganado sin fuerza, sin ruido, solo con amabilidad y calidez.
Y esta es una de las conclusiones que nos trae el autor. En los conflictos, la presión solo genera resistencia. Si empiezas una conversación con dureza, con críticas o exigiendo cambios, es probable que el otro se aferre a su postura más que nunca.
Pero si comienzas de forma amigable, con tranquilidad y cercanía, igual es mucho más fácil que la otra persona baje la guardia y esté dispuesta a escuchar.
Una vez más, parece una recomendación simple, pero marca toda la diferencia. Carnegie nos recuerda que, en lugar de ir al choque y empezar con ataques, suele ser mejor hablar con calma y preguntar. Incluso en el desacuerdo.
Porque cuando eliges este camino, dejas de ser un rival y te conviertes en un posible aliado. Y eso, en cualquier discusión, ser del mismo equipo y no un rival, es tener media batalla ganada.
Al final, ni ir de duro te hace más fuerte, ni ser amable es signo de debilidad. Para nada. Ser duro es un adorno, generalmente innecesario. Y ser amable es una estrategia para crear conexiones y abrir puertas.
Tal vez, con esa “gota de miel” - que diría Carnegie - al inicio, el resultado sea totalmente distinto y consigas lo que un chorreo de palabras o una dura embestida nunca te hubieran permitido lograr.
Cuando estés por empezar una discusión, recuerda que el día arranca cuando sale el sol, no cuando sopla el viento. Así que, la próxima vez, ¿quién vas a ser: el viento o el sol?
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