Hola 😊, ¡bienvenid@ a este nuevo post! 👋
Hoy te voy a contar algo que puede cambiar la forma en la que lideras, negocias, o simplemente te relacionas con las personas. Y la clave está en algo tan simple como esto: hacer que suene bien. Te cuento.
Es 1994. Nelson Mandela acaba de asumir la presidencia de Sudáfrica. Su llegada al poder simboliza el fin del apartheid, pero las heridas siguen abiertas. El país está dividido, y esa división también se siente en su propio entorno laboral.
Mandela entra en su nueva oficina presidencial y lo que encuentra no es precisamente una bienvenida cálida. Muchos trabajadores del antiguo gobierno están recogiendo sus cosas. Algunos lo hacen convencidos de que serán despedidos, otros, por miedo o porque simplemente no pueden aceptar trabajar bajo el liderazgo de Mandela y todo lo que representa.
Oficinas casi desiertas. Pero él, fiel a su estilo, observa la escena sin perder su característica sonrisa tranquila. Es momento de actuar. Decide reunir a todo el personal que aún queda por allí.
Los llama a todos a una sala principal para dirigirse a ellos. Hay miradas de desconfianza, un silencio tenso y murmullos que dejan claro que nadie sabe qué esperar.
Lo primero que hace es decirles lo que necesitan escuchar. Les transmite que cuenta con ellos, que son importantes. De pie, con una postura firme pero cercana, les dice algo que nadie esperaba:
“Quiero que sepan que no voy a despedir a nadie.”
Y aquí es donde la cosa se pone interesante.
Para ganarse su cooperación, no les amenaza, no les pide profesionalidad ni apela a la necesidad de conservar sus empleos. Tampoco les exige olvidar el pasado ni les promete fidelidad ciega. Lo que hace es algo mucho más poderoso: apela a los motivos más nobles de cada uno.
Mandela les dice:
“Este es su hogar. Nuestro hogar. Si trabajamos juntos, podemos construir una nación que el mundo admire.”
Les habla de una misión compartida: construir un país más fuerte, más unido, que trascienda las diferencias. Y lo hace con una autenticidad desarmante, porque no es solo un discurso. Es una actitud que él mismo encarna.
No todos están convencidos de inmediato, claro, pero algo cambia. Las personas que, minutos antes, tenían un pie fuera, ahora comienzan a escuchar. Mandela no solo les da un motivo para quedarse; les da un propósito. Uno que, además, suena bien.
La lección de Carnegie
En esta línea, Carnegie nos enseña algo que el financiero J. Pierpont Morgan observó: “Por lo común, la gente tiene dos razones para hacer algo: una que suena bien y otra que es la verdadera.”
Todos tenemos una razón real, pero, como en el fondo somos idealistas, nos gusta pensar que actuamos por motivos que suenan bien.
La clave que nos da Carnegie es esta: apelar a esos motivos nobles es la manera más efectiva de conseguir resultados.
La fórmula maravillosa
Ahora pregúntate: ¿cuántas veces te enfrentas a situaciones en las que necesitas unir a personas con intereses o perspectivas opuestas? ¿Qué haces en esos momentos? ¿Te centras en lo que los separa o les ofreces un propósito común que los haga mirar más allá de sus miedos o prejuicios?
Pues recuerda esta una nueva lección de “Cómo ganar amigos e influir sobre las personas” para conseguir que los demás piensen como tú:
Regla 10: Apele a los motivos más nobles
Porque, como decía Marco Aurelio, “la vida de un hombre es lo que sus pensamientos hacen de ella”.
Y ahora ya sabes que, además, nos gusta que esos pensamientos suenen bien.
¡Nos vemos en el próximo capítulo!
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