Post de la serie dedicada a El hombre + rico de Babilonia de GS. Clason
¡Muy buenas, espabilado lector 👋😊!
Hoy no toca hablar de ahorro, ni de inversiones, ni de trucos para enriquecerse. Hoy es distinto.
Esta semana es especial para mí. O, al menos, diferente. Llámalo “X”. Así que me vas a permitir que me desvíe un poco. Por los cerros de Úbeda... o mejor, por los de Ronda.
El sábado 10 de mayo me voy a Ronda, Málaga. Pero no de turismo, ni de tapas. Me voy a correr más de 100 km. Sí, has leído bien: a correr. ¡101 kilómetros!
Es la famosa carrera que organiza el Tercio Alejandro Farnesio de la Legión, desde su cuartel en Ronda. Y claro, si viene de ellos, ya puedes imaginar: epicidad y acojone a raudales. 🤣
Bueno, tampoco nos flipemos. No hay belicismo en las carreras populares, y en estos tiempos los nervios andan a flor de piel. Se trata de correr (y andar, que todo suma; alguna cuestecita hay por la zona 😅). Pero todo a pie, que es lo importante.
Te explico.
Una de mis pasiones son las carreras de ultra distancia. Y sí, puedes pensar que hay que estar un poco loco. Puede ser. No seré yo quien lo niegue. Me gusta el deporte, me van los desafíos. Y, sobre todo, me gusta enfrentarme a mí mismo, afrontar esos retos en los que tú eres tu mayor rival.
¿Te suena? Igual en tu vida en general y en el tema financiero en particular, tu mayor problema también eres tú. Pero calma, ya te llegará el sermón más abajo.
Una gran razón por la que me enganchan estos retos es porque aquí la suerte pinta poco o nada. No existe fortuna sin esfuerzo. No terminas 101 km y 3.000 metros de ascenso por casualidad. Hace falta preparación. Constancia. Trabajo. Repetición.
Aquí no hay milagros. O te lo curras o a la mierda. No hay donde esconderse.
Sí hay madrugones. Con frío y con lluvia. Con calor. Ampollas. Dolores. Cafés a las 6 a.m. mientras la ciudad duerme. Día tras día. Durante semanas. Mientras pasan los meses.
¿Te apetece? Da igual. ¿Te gusta? A veces no. ¿Lo haces? Siempre. Y eso, a mí, me encanta. Una contradicción maravillosa.
Un gran recordatorio de cómo se “consigue” la suerte. Un gran recordatorio para la vida en general.
Y de eso va también el capítulo de esta semana en El Hombre más Rico de Babilonia. Arkad y compañía, reunidos en el Templo del Conocimiento, debaten sobre la Diosa Fortuna. Sobre por qué algunos parecen tener suerte... y otros no.
Así que hoy hablamos de eso: de La Buena Suerte. Pero no la de encontrarte billetes volando por la calle. No.Te hablo de la que se escribe con mayúsculas porque hay que currársela.
Lo dicen los sabios babilonios, y lo dice también la experiencia:
la suerte, cuando es solo casualidad cual premio de la tómbola, es una ruina como estrategia de vida.
Puedes confiar en que te toque la lotería (esperanza matemática es negativa y a largo plazo todos jodidos, pero ya hablaremos de eso otro día…) Bueno, salvo que seas político y te toque la Lotería de Navidad todos los años... tú ya me entiendes 😉.
👉🏻 Mejor construir tus propias oportunidades. En conclusión: “La suerte no se espera, se provoca”.
Mira, por ejemplo: he tenido la suerte de conseguir plaza en esta carrera. Y no es fácil, te lo aseguro. Primera vez que la tengo en años. A pesar de la exigencia física y el gran número de plazas, hay cientos que se quedan fuera cada año. (Tremenda locura esto de las carreras... gracias, postureo en redes 🤨)
Así que sí, “suerte la mía”. Pero —y aquí viene un primer matiz importante— había que estar ahí para intentarlo. Nadie llama a tu puerta con un dorsal envuelto en papel de regalo. Nadie te regala una plaza porque sí. Y aunque te toque un año, no puedes contar con repetirlo siempre
Así que cuando alguien me dice “¡qué suerte has tenido!”, yo sonrío. Sí, claro. Suerte. Y lo es. Pero solo hasta la línea de salida.
A partir de ahí, la suerte se acaba. Sin entrenos, sin preparación, sin constancia... no llegas ni al primer pueblo de la Serranía de Ronda.
Y aun así, aun con todo el esfuerzo puede que no lo consiga. Puede que no acabe la carrera.
Porque el resultado es incierto. Pero lo que sí es una certeza es que intentarlo es obligatorio. Prepararlo bien es tu responsabilidad. El resultado puede escaparse... pero el proceso depende de ti.
¿Ese posible fracaso invalida el esfuerzo? ¿Hubiese sido mejor quedarme en casa viendo Netflix? No. En mayúsculas y subrayado: NO.
Porque como leí una vez (y no recuerdo a quién, pero lo tengo en grabado a fuego desde entonces):
“La única cosa sobre la que la Dama Fortuna no tiene control, es tu comportamiento.”
Y de todo esto es exactamente de lo que hablaban los sabios babilonios hace más de dos mil años: no puedes sentarte a esperar que la vida te premie por existir.
Acumular riqueza o éxito por pura suerte es un caso raro.
Intentarlo muchas veces puede llevarte a fracasar muchas veces.
Pero no intentarlo nunca... eso garantiza que no lo consigas jamás.
Y aquí entra esa joyita de concepto llamada opcionalidad positiva.
Que si no te suena, ya estás tardando en leer a Taleb o a Naval Ravikant. La idea es sencilla: exponte a escenarios en los que fallar te cuesta poco, pero acertar te lo puede cambiar todo.
Haz cosas. Lanza ideas. Propón. Corre riesgos controlados.
Multiplica tus opciones. No esperes a que una casualidad resuelva tu vida. Que si lo hace, bien. Pero por si acaso, inténtalo tú.
¿Te pueden rechazar? Claro. ¿Te puede salir mal? También.
Pero, ¿qué significa perder, realmente? ¿No ganar a la primera? ¿Volver a empezar? Eso no es perder. Eso es vivir.
Y vivir bien es difrutar del proceso proceso aún si no ves resultados. Incluso más todavía en ese caso.
“La vida no es esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar, correr, jugar, disfrutar, en definitiva, vivir, bajo la lluvia”.
Porque no hay suerte para quien no arriesga. Porque la suerte se construye, no se invoca. Y porque, como decía Arkad, el hombre más rico de Babilonia:
“A los hombres de acción les sonríe la Diosa Fortuna.”
Así que ya lo sabes: no esperes que suene la música si no te acercas a la orquesta.
La Diosa Fortuna está ahí fuera. Pero solo se queda con los que sudan.
PD1: La carrera es épica. La organización, de diez. El ambiente, una pasada.
Y Ronda... Ronda ese fin de semana es otra cosa.
Si ya es bonita normalmente, imagínatela llena de vida, esfuerzo y emoción.
Y si encima corres... créeme, es algo que hay que vivir al menos una vez en la vida.
Consciente soy de que estoy ayudando a "pumpear" estas cosas.
Justo lo que antes criticaba. También otro debate. Pero es la emoción, se me entienda, se me perdone.
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